Me encontraba en la azotea de una casa, se sentía como si fuese la casa de una amistad. Allí estabamos algunas amigas y nuestros perros. Eran perros de raza pequeña. Incluso estaba una dachshund, se parecía a Kimi, una perrita que me había obsequiado mi tía cuando era una niña. Kimi me había acompañado durante la mitad de mi infancia y toda la adolescencia. Disfrutar de la compañía, de la amistad, de una tarde refrescante mientras se ocultaba el sol. Tan solo de sentir el aire en el cuerpo y la ligera radiación de calor en la piel. Podía verles las comisuras de los labios mientras se agachaban a la altura de los perros. Era un día normal, quiero decir un día antes de la pandemia.
Alejandra Jácome Cortés
Orizaba
México